DEBATE DE HUGO CHUMBITA CON NORBERTO GALASSO
Extracto de notas publicadas en el sitio web AGENCIA PACO URONDO (APU), 17 de agosto 2020 ENTREVISTA A NORBERTO GALASSO por Fernando Latrille APU: Ante un nuevo aniversario de su fallecimiento, el 17 de agosto de 1850, a los 72 años, ¿qué debemos saber o entender los argentinos de la vida de San Martín y qué aspecto te parece fundamental valorar? N.G.: Uno de los aspectos fundamentales es su posición hispanoamericana, diríamos en aquel momento, para no decir latinoamericana, que no era lo que se usaba por entonces. La idea que la libertad nuestra está estrechamente ligada al progreso, crecimiento y la justicia social de los países vecinos, del resto de América Latina. Por otra parte, su voluntad de servir al pueblo, de una manera permanente. En España como militar que luchaba por una España que quería modernizar, que es el hecho que lo lleva a él a venir al Río de la Plata. Un asunto que es bastante complejo, porque según cómo se explique ese regreso de San Martín al Río de la Plata, se pone en tela de juicio la interpretación de Mitre sobre la Revolución de Mayo como revolución antiespañola; la máscara de Fernando VII, que es una fábula, entonces casi nadie toma el tema, porque hay que explicarles a los chicos por qué la patria se festeja el 25 de Mayo y luego se festeja el 9 de Julio de 1816. Los chicos dicen: “La patria nació dos veces entonces”. No. No nació dos veces, la de 1810 fue una revolución democrática que reemplazó un gobierno virreinal por un gobierno popular. APU: Pero no fue separatista... N.G.: Claro, exactamente. Se da ese mismo fenómeno en Santiago de Chile, en Bogotá, se da en México. Es decir, son revoluciones que se extienden en todo Hispanoamérica y no con un carácter rupturista. Entonces, como en ese tiempo no había Internet para que se comunicaran, evidentemente es porque obedecían a las mismas razones, que era que España también estaba entrando en un proceso revolucionario a partir de 1808, y que San Martín era un hijo de la Revolución Francesa. Él hablaba de los derechos del hombre. Y en ese sentido −ahora que estamos en un Año Belgraniano− pasó algo semejante con Belgrano. San Martín y Belgrano están fuertemente influidos por la cultura española, por lo mejor de la cultura española. Que es la de los primeros años del siglo XIX. Entonces, este es otro aspecto fundamental de San Martín, que hace que además él tenga una posición totalmente favorable hacia los sectores populares. Que tenga un cocinero negro, que para la época, y para algunos debe ser todavía escandaloso. Que habla de “nuestros paisanos, los indios”. Que tenga una actitud democrática permanente a pesar de que Mitre dice que cuando Belgrano y San Martín coinciden con la monarquía incaica lo que están haciendo es claudicar de sus posiciones democráticas. Cosa que la rebate totalmente Juan Bautista Alberdi viejo. Cuando el Alberdi del exilio se replantea una serie de cosas, y dice que la monarquía incaica era la vinculación del proceso de Mayo más hondamente con los pueblos originarios y que era la mejor salida para el problema que había en 1816, que no se podía declarar la república porque el mundo había girado hacia una monarquía. Esa idea de monarquía Incaica la formuló Belgrano como propuesta y San Martín la apoyó totalmente pero el Congreso de Tucumán se encontró con que había un Anchorena que dijo: “No, incas no, porque los incas son todos patas sucias y hay que ir a buscarlos a una chichería. Son gente color chocolate”. APU: Este es un Año Belgraniano como bien señalás. Se cumplieron 250 años del nacimiento de Manuel Belgrano y 200 años de su muerte. El ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer, te encargó un ensayo sobre Manuel Belgrano, que seguramente se conocerá cuando esté superada esta etapa de la pandemia, ¿Qué nos podés adelantar de ese trabajo, con respecto a la relación de Manuel Belgrano con José de San Martín? N.G.: Trabajé bastante, porque la pandemia me impedía salir a bibliotecas o a encontrar nueva información. Entonces, trabajé bastante con el epistolario de Belgrano. Hay una extensa relación que se produce a partir del momento en que Belgrano, después del triunfo de Salta y Tucumán, pierde en las batallas Vilcapugio y Ayohuma; entonces, el gobierno de Buenos Aires considera que hay que hacerle juicio por eso y considera que hay que reemplazarlo del mando del Ejército del Norte. Ahí hay una cosa interesante, donde San Martín escribe una carta y le dice al gobierno: “He creído mi deber imponer a nuestra excelencia que de ninguna manera es conveniente la separación del general Belgrano de su ejército porque no encuentro un oficial de bastante suficiencia y autoridad que lo subrogue del mando de su regimiento ni que me ayude a desempeñar las diferentes atenciones que me rodean con el orden que deseo instruir a la oficialidad, que a veces la oficialidad de cuadros medios se niega a aprender lo que es necesario para nuestros movimientos. Sólo Belgrano puede suplir esta falta instruyéndome y dándome la noticia necesaria que carezco sobre estas tierras. Su buena opinión entre los principales vecinos y habitantes del pueblo es muy grande a pesar de los contrastes que ha sufrido. Insisto que sería un error desplazarlo”. Interesante porque el gobierno le insiste a San Martín que vaya al norte y San Martín va al norte y no asume. Se presenta ante Belgrano como un colaborador. Belgrano incluso lo designa como segundo jefe. Entonces, cuando pasa el tiempo y San Martín no asume y mantiene una relación muy amistosa con Belgrano, desde Buenos Aires le dicen que se deje de dar vueltas al asunto y que tome la jefatura del mando. Belgrano, que era una persona con gran vocación patriótica y además con una gran humildad, reconocía que eso era fundamental. Porque él era un abogado que se había hecho general por las necesidades de la Revolución. Belgrano lo toma bien y dice que por fin tenemos ahora al frente del ejército del norte a un verdadero general. Y dice en una carta a Alvarado: “Mi estimado amigo, al fin he logrado que el ejército tenga un jefe del conocimiento y virtudes dignas del mayor y más distinguido aprecio. Estoy contentísimo con San Martín. Después de tanto trabajo y penalidades. Me he desprendido de todo amor propio y le pedí al gobierno que por qué nos hemos de engañar, a dónde y cómo voy a ser yo un general. He quedado a las órdenes de San Martín para ayudarle según los conocimientos que he adquirido”. Entabla una relación muy buena que se fortalece cuando Belgrano plantea la monarquía incaica. Porque San Martín la apoya junto con Güemes. Se produce esa disidencia con los diputados porteños, que son los que hacen que se impida darle una forma, de la cual Alberdi considera que era la mejor fórmula; y dice que es quizás el aporte más importante que Belgrano haya hecho a través de su lucha y trayectoria. Eso generalmente pasa como una especie de declinación del democratismo de San Martín y de Belgrano por la aceptación de la monarquía. Después siguen siendo amigos. Una relación muy afectuosa. San Martín se va a la campaña. Belgrano sigue después en el ejército del norte. Tienen disidencias, una es que Belgrano es fervientemente católico y San Martín es un hijo de la Revolución Francesa también en el aspecto filosófico, es un escéptico. Belgrano le advierte que en los pueblos que se mueve, el catolicismo está muy arraigado y debe nombrar a determinada Virgen como generala de su ejército. Le advierte los problemas que puede acarrear su agnosticismo. (...) |
APU, 20 de agosto 2020 ¿SAN MARTÍN NO FUE INDEPENDENTISTA EN 1810? ¿PROCESO DEMOCRATIZADOR O INDEPENDENTISTA? por Hugo Chumbita Ante el aniversario del 17 de agosto, la Agencia Paco Urondo publicó una entrevista con Norberto Galasso que leí con interés, como todo lo que él dice y ha escrito en su vasta obra historiográfica, pero que me motiva a plantear en este caso una objeción parcial a su interpretación de la actitud de San Martín y de los patriotas revolucionarios de 1810. Galasso afirma que San Martín luchaba por una España que quería modernizar, y es lo que lo lleva a venir al Río de la Plata, a participar de una revolución democrática que no era separatista ni rupturista; y se refiere a sus coincidencias con Belgrano, Moreno y el Plan de Operaciones. Es cierto que San Martín se había vinculado al liberalismo constitucionalista que cundía en los ejércitos españoles, pero es evidente que su ingreso a la Logia de Cádiz, uniéndose a los jóvenes americanos que se disponían a volver para servir a la revolución continental, lo llevaba a enrolarse en la causa de la independencia. La explicación que he sostenido en mis investigaciones es que la “pasión eficiente” que movió a San Martín a volver a América, más decisiva que las “razones ideológicas” generales, fue la certeza acerca de su origen, de sangre indígena por el lado materno, que se le revelara al conocer en Cádiz a su padre biológico, el brigadier Diego de Alvear, y a su “medio hermano” Carlos de Alvear, con quien emprendió el regreso en 1811. Pero más allá de esta cuestión, que hemos tenido ocasión de comentar y discutir con Galasso, quiero señalar que el proyecto del núcleo revolucionario del movimiento de 1810 en el Río de la Plata era inequívocamente independentista, no obstante la “máscara de Fernando” que lo encubría al comienzo. Ello es muy claro en los hechos y los dichos de los patriotas más resueltos. Monteagudo, en su memorable alegato como abogado defensor de Castelli, cuando se le reprochaba la conducción del Ejército del Norte en el Alto Perú, declaró que ellos, en efecto, luchaban por “el sistema de igualdad e independencia”. Las instrucciones de Artigas a los diputados orientales enviados a la Asamblea Constituyente de 1813 reclamaban una Confederación republicana, con “independencia absoluta” de España y de su casa real. (...)
Es interesante destacar que San Martín no era “antiespañol”, sino que su rechazo se dirigía contra “los godos”, la clase dominante que se pretendía superior; no hay duda de que era un americanista, solidario con los pueblos autóctonos, y cabe pensar que no sólo por razones ideológicas. Pero sobre todo, respecto al movimiento de 1810, la tesis del “españolismo” no se corresponde con las ideas de los revolucionarios de la primera hora, y peor, la podrían aprovechar los genuflexos que imaginan “la angustia” de los patriotas al separarse de la corona. |
APU, 24 de agosto 2020 "LA REVOLUCIÓN DE MAYO NO FUE CONTRA ESPAÑA" por Norberto Galasso El asunto es el siguiente. Hugo Chumbita tiene una interpretación distinta sobre la Revolución de Mayo y también, por consiguiente, sobre los motivos del viaje de San Martín. Esto me ha interesado y es un tema que toqué en especial a partir de que el Dr. (Juan Bautista) Sejean consideró que el viaje de San Martín era el viaje de un tipo sobornado por los ingleses y que venía a luchar contra España para liberar estas tierras y entregárselas al Imperio Británico. El libro se llama San Martín y la tercera invasión inglesa. Cuando salió, creo que fui el único que salió a refutarle a Sejean, explicándole los motivos por los cuales vino San Martín. Los motivos, a mi juicio, son los siguientes. En Hispanoamérica se producen en 1809-1810 varios movimientos revolucionarios: Chuquisaca, primero, Caracas, después, Buenos Aires, Bogotá, México... Estos son movimientos contra el absolutismo, contra los virreyes. No fueron contra España, sino que dicen que forman parte del proceso revolucionario que se está dando en España desde 1808, donde las juntas populares se han constituido como representantes del pueblo para hacer la revolución democrática en España, a semejanza de la producida en Francia en 1789. Esto es importante porque todas se hacen en nombre de Fernando VII, porque él era la figura que en ese momento parecía ser el hombre indicado para la modernización y para terminar con la Inquisición y los privilegios de la nobleza, etc., en España y también, en América. Por su parte, San Martín, que era un hijo de la Revolución Francesa porque estuvo muy cerca de toda su influencia, en 1889 llega a España, tiene 8 o 9 años y permanece en España 30 años, luchando en 30 batallas. Es un veterano de guerra con cierto grado importante en la caballería y decide –como surge de todos los textos– continuar las luchas en América, entendiendo que la revolución de España, que se lleva adelante desde 1808, es la misma que se está gestando en América. Es una revolución por el liberalismo revolucionario −no el liberalismo como se lo considera ahora–, contra la superstición, contra el absolutismo, contra el triunfo o el predominio de los godos. Hay que recordar que San Martin fue a la escuela en España, estudió geografía española, luego literatura española, y después estrategia en el ejército español. Era un hombre que se jugó la vida en varias oportunidades en favor de España. Por eso, resulta insólito para el mitrismo la explicación de por qué viene San Martín, por qué abandona el ejército, que no lo abandona él solo, ya que viene acompañado de 18 oficiales que se vienen con él a seguir la lucha en el Río de la Plata. Entonces, en este sentido, es su concepción de que la revolución no debe limitarse a las Provincias Unidas sino también a Chile y a Perú, y la prosecución de la lucha que él consideraba que era hispanoamericana, pues no se hablaba tanto de Latinoamérica. Después, cuando entre 1813 y 1814 recupera el trono de España Fernando VII, que había sido prisionero de Napoleón, y hace un giro total y vuelve a la posición absolutista de la inquisición, de perseguir a los democráticos. Entonces, es recién ahí que España decide mandar dos flotas para tratar de recuperar sus tierras de América. Las luchas que hicieron Belgrano y San Martín fueron esencialmente contra tropas provenientes del Virreinato de Perú, del Virreinato de Lima, del rey Abascal, no fueron contra esas dos flotas que llegaron después cuando España intenta hacer ese recupero. Eso explica que un hombre adherido a lo que él llamaba el “Evangelio de los derechos del hombre”, un hombre que estaba muy influenciado por los revolucionarios de la Revolución Francesa – igual que Belgrano– está dispuesto a proseguir esa lucha. Ahí aparece un San Martín distinto al mitrista, que tenía un cocinero negro, que en aquella época era medio insólito, que lamenta mucho a los negros que han caído en la batalla de Chacabuco, que lleva a cabo sus grandes batallas en Chile, Chacabuco y Maipú. Hasta que, a partir de 1814, al producirse ese cambio, como es la derrota de la revolución en España, es cuando en América se considera que es necesario caer en una posición separatista. Por supuesto que hubo algunos anuncios de independentismo en algunos hombres de la Revolución de Mayo, pero fueron muy pocos, por eso no se declaró la Independencia. Se planteó en la Asamblea del año 13 y no tuvo consenso, se planteó después y tampoco tuvo consenso. Recién cuando se plantea en 1816 es porque ya España es otra y es necesario e imprescindible declarar la Independencia. En ese momento, el Congreso de Tucumán, después de declarar la Independencia, da un documento importantísimo que ha sido silenciado por el mitrismo, donde el Congreso de Tucumán explica que nosotros, en 1810, hicimos lo mismo que hicieron los españoles en distintas provincias españolas, poniendo hombres populares en lugar de los mandones que representaban el privilegio y toda la derecha española. Por eso, se da el fenómeno de que la bandera española flameó en el Fuerte de Buenos Aires hasta 1814, cosa que el pueblo no hubiera admitido si la revolución hubiera sido independentista. No se puede hacer una revolución y al día siguiente decir que se jura por el propio enemigo por el cual se hace la revolución. Además, ¿quiénes hicieron la revolución? Eran hijos de españoles, algunos eran españoles, incluso. Algunos de la Primera Junta como Matheu y Larrea. ¿Si no que hacían allí? Eran españoles Arenales, Álvarez Jonte; era español, catalán, el que hizo la música del himno nacional. Además, en la época del sesquicentenario se publicó La Revolución de Mayo, que son unos 20 tomos donde se publican diarios de la época, donde dice que French y Berutti repartían estampas con la efigie de Fernando VII, no banderitas celestes y blancas como insinuó Mitre o dijo Mitre sin ningún fundamento. Porque Fernando VII era en ese momento la figura que apoyaban los revolucionarios en España. A tal punto que cuando Fernando VII vuelve al poder y gira a la derecha en España, se produce una carta de Posadas, que era el director Supremo de San Martín, diciéndole “ahora nos han dejado los cuernos del toro, ahora tenemos que cambiar nuestra política”. Esa carta es en 1814. A partir de allí empieza la presión de San Martín para declarar la independencia. Todo esto es lo que explica que la Revolución de Mayo y la Independencia 1816 sean fenómenos distintos, porque si no parece que la patria nació dos veces y los chicos, los alumnos, no entienden nada en los colegios. Esta cuestión es importante, yo le diría a Chumbita, porque al darle un carácter separatista a la Revolución de Mayo, el revisionismo rosista le está haciendo un gran favor al mitrismo. El propio Mitre lo dice en la biografía de San Martín, que la revolución se hizo en 1810 por odio a España. ¿Cómo era ese odio a España si eran todos españoles? Eran criollos pero se consideraban españoles porque estaban nacidos en una colonia española. No hubo una intervención de los pueblos originarios sometidos, salvo las republiquetas que se dan tiempo después, cuando ya en España se ha restablecido el absolutismo. Entonces, no hay que dejarle al mitrismo el recurso de recurrir a esto de que había odio a España y entonces... ¿La revolución tenía amor por quién? ¿Por los ingleses? Es lo que dicen el mitrismo y Rivadavia. ¿Y por qué el rosismo no ataca debidamente a Mitre? Esto se lo dijo Manzi una vez a un revisionista rosista. Recién lo hizo José María Rosa cuando tocó el tema de la Guerra del Paraguay, pero en general no abordaban la crítica a Mitre, porque Mitre, decía Homero Manzi, se había dejado un diario de guardaespaldas, que es La Nación... A mí no me interesa que La Nación me silencie totalmente, incluso me silenció una contestación a Halperín Donghi, donde le refutaba una serie de cosas sobre el bombardeo del 16 junio de 1955, que Halperín Donghi omite en su libro Democracia y las masas. Allí dice que hubo un ataque, un allanamiento y que a la noche se quemaron las iglesias, pero no habla de los casi 400 muertos o más que hubo por el bombardeo a la Plaza de Mayo. Entonces, creo que este es un talón de Aquiles que hay en el revisionismo, que es necesario que el rosismo se lo replantée. Por eso doy el debate, sabiendo que Hugo Chumbita ha estado en la CGT de los Argentinos, que es un hombre del campo nacional, y por el cual yo tengo aprecio como compañero, con un mismo objetivo de liberación nacional y en contra de los movimientos desestabilizadores que se están produciendo últimamente. Pero sí creo que hay que tener cuidado en el debate ideológico, y esto, Alberdi –que era antimitrista– lo dijo claramente: que la Revolución de Mayo y las revoluciones de toda Hispanoamérica eran parte de la revolución española, por eso juran todas por Fernando VII y por eso todas después tratan de independizarse cuando la revolución española ha perdido. Creo que hay mucha documentación sobre este tema, y he tratado de resumirla en estas pocas argumentaciones. |
APU, 26 de agosto 2020 LA INDEPENDENCIA ES UN SUEÑO ETERNO por Hugo Chumbita Agradezco la respuesta cordial de Norberto Galasso a las cuestiones que planteo en mi nota publicada por APU, aunque sus razones me parecen insuficientes, y quiero insistir en el eje de un tema que vale la pena profundizar: ¿Los revolucionarios de 1810 buscaban o no la independencia? Creo que es un asunto de evidente interés historiográfico, e incluso actual, cuando la independencia sigue siendo un dilema económico y cultural, y cuando necesitamos renovar el revisionismo histórico como fundamento de una conciencia nacional y popular. La interpretación de Galasso −que tiene lejanos precedentes, incluso en los discursos de Pedro Ignacio Castro Barros, Antonio Sáenz y Juan Manuel de Rosas, luego sostenida por los historiadores del revisionismo hispanista y por los seguidores de Jorge Abelardo Ramos− es que la independencia no fue el propósito de la revolución de 1810, sino el resultado posterior debido a la reacción absolutista de Fernando VII. Entonces, lo que se desata el 25 de mayo sólo habría sido al comienzo una proyección del liberalismo constitucionalista europeo y español, y no un movimiento emancipador de los americanos. Esta interpretación no hace justicia a las ideas y las actitudes de los patriotas revolucionarios de la primera hora. No solamente los de Buenos Aires, sino los de otras latitudes del continente que se levantaron aprovechando las circunstancias de crisis del régimen en la península, siguiendo el modelo juntista y por razones tácticas con la “máscara de Fernando”, pero decididos a quebrar el sistema colonial para suprimir los privilegios y el régimen de castas que oprimía a la mayoría social de mestizos, indios y esclavos, y terminar con la explotación y los abusos del monopolio comercial. No hubo sólo “algunos anuncios de independentismo” que “no tuvieron consenso”. Los alzamientos del Alto Perú en 1809, donde se planteó “el silogismo de Chuquisaca”, eran decididamente independentistas. La revolución en Caracas declaró inequívocamente la independencia en julio de 1811. Sobre la adopción de la máscara de Fernando es elocuente la explicación de Cornelio Saavedra en su carta a Juan José Viamonte del 27 de junio 1811 (que cayó en manos de los realistas y se utilizó para denunciar “el plan de los revolucionarios”): "Si nosotros no reconociésemos a Fernando, tendría la Inglaterra derecho o se consideraría obligada a sostener a nuestros contrarios que le reconocen, y nos declararía la guerra […] ¿Qué se pierde en que de palabra y por escrito digamos ¡Fernando! ¡Fernando! y con las obras allanemos los caminos al Congreso, único tribunal competente que debe y puede establecer el sistema o forma de gobierno que se estime conveniente, en que convengan los diputados que le han de componer?" (...) Las ideas de “igualdad e independencia” que invocaba Bernardo de Monteagudo en 1812 defendiendo en juicio a Juan José Castelli, son las mismas que consagraba el Himno de Vicente López y Planes, aprobado por la Asamblea Constituyente de 1813, en el cual resuenan los versos inconfundibles del proyecto de liberación: “oíd el ruido de rotas cadenas, ved en trono a la noble igualdad”; “una nueva y gloriosa nación”, “de América el nombre”, hasta rendir “al ibérico altivo león”. Si aquella Asamblea no sancionó la independencia, que postulaban resueltamente los diputados orientales de Artigas −y que declararon antes de 1816 las provincias de la Liga Federal−, fue por las mismas razones tácticas que invocaba la carta de Saavedra: la conveniencia de contar con la ayuda aparentemente neutral de los británicos. En cuanto a San Martín, es evidente que decidió sumarse a la revolución americana que ya en 1811 se había proclamado independentista en Caracas, según surge de su conocida carta al mariscal peruano Ramón Castilla: “Una reunión de americanos, en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos acaecidos en Caracas, Buenos Aires, etcétera, resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de prestarle nuestros servicios en la lucha, pues calculábamos se había de empeñar. […] En el período de diez años de mi carrera pública, en diferentes mandos y estados, la política que me propuse seguir fue invariable […] mirar a todos los Estados americanos en que las fuerzas de mi mando penetraron, como Estados hermanos interesados todos en un santo y mismo fin. Consecuente a este justísimo principio, mi primer paso era hacer declarar su independencia y crearles una fuerza militar propia que la asegurase” (carta del 11 de septiembre 1848). No está en discusión el mayor o menor grado de afección a España y su pueblo, ni la incidencia coyuntural del constitucionalismo liberal español de la época, sino la profundidad del sentido emancipador de la revolución americana desde sus inicios, y por lo tanto las causas del gran levantamiento social que conllevó. Se trata de un problema epistemológico, tanto en la visión de los procesos políticos como en el caso de los personajes de nuestra historia. Según enseñaba Puiggrós, las causas externas actúan a través de las causas internas; tienen influencia, a veces primordial, pero obrando sobre un fondo o base ya creado por las causas internas, e inciden en los cambios sociales por intermedio de éstas, en la medida en que éstas se lo permiten; sin comprender esta relación causal, en el pensamiento eurocéntrico la historia americana tiende a presentarse como mero reflejo de la historia europea. Y nuestra revolución de la independencia como mera proyección de la revolución burguesa mundial. De manera análoga, se suele interpretar la conducta humana como efecto de las ideas, sin considerar otros factores, de clase, subjetivos y/o emocionales, es decir la “pasión eficiente” que mueve la voluntad de las personas y los pueblos. Este es el nudo en la historia de San Martín y su origen mestizo, que en mis investigaciones he tratado de enfocar entrelazada a la historia de la sociedad colonial de su tiempo. No volvió a América a luchar por razones liberales abstractas, sino por solidaridad con la causa de la libertad e igualdad de quienes, como él, eran hijos de los conquistadores y los conquistados. |