publicado en Todo es Historia Nº 541, agosto de 2012
El comandante Severo Chumbita fue uno de los jefes de las milicias de La Rioja en las guerras civiles de la década de 1860: el único que participó en todos los alzamientos y vivió para contarlo. Caudillo legendario de los pueblos descendientes de indios del norte riojano y el oeste catamarqueño, combatió junto al Chacho Peñaloza y Felipe Varela en defensa de la Constitución federal y por detener la guerra al Paraguay en nombre de la Unión Americana. Las represalias destruyeron sus posesiones y estuvo siete años en prisión, amenazado con la pena de muerte en un proceso que finalizó ante la Corte Suprema.
El reciente hallazgo de los expedientes judiciales fue la base de una investigación y un libro de Víctor Robledo y el autor de esta nota, La causa perdida del comandante Severo Chumbita, que presenta nuevas evidencias sobre la motivación de las rebeliones y el carácter de las milicias llamadas montoneras en las trágicas contiendas por la organización nacional. |
De los pagos olivareros Severo Chumbita era nieto del último cacique gobernador de Aimogasta, José Francisco Chumbita, quien según tradición fue herido en los combates de las invasiones inglesas en Buenos Aires y murió en 1807. Aquel cacicazgo de origen incaico, anterior a la conquista, quedó al parecer vacante y se extinguió cuando la revolución abolió el sistema colonial [1]. Los pueblos de indios se habían ido integrando con las masas campesinas, que abrazaron la causa federal en los tiempos de Facundo Quiroga. Orencio Chumbita, hijo del cacique y padre de Severo, ejerció otra forma de autoridad como comandante de las milicias locales y patrono de la iglesia. Severo era en realidad mestizo, pues su madre, María del Rosario Aliendre, era una criolla rubia. Nacido en 1820, fue el shulco (hijo menor) y único sucesor, ya que sus hermanos fallecieron a corta edad. El cura le enseñó las primeras letras junto con el catecismo. Era un joven alto y fuerte, que se hizo eximio jinete en los arreos de mulas de su padre, aprendió a dominar los secretos de la naturaleza y se ganó el respeto de los paisanos [2]. Desde niño vivió la exaltación que suscitaban las hazañas del Tigre de los Llanos, y luego la terrible, la increíble noticia de que lo habían asesinado. El Chacho Peñaloza, continuador de la fama del caudillo y comandante de armas de la provincia, tenía amistad con don Orencio y solía visitarlos. Aimogasta era la cabecera del departamento de Arauco, el más poblado de La Rioja, lindero con Catamarca, y sus milicias participaron en las frecuentes disputas políticas. Toda la región noroeste sufría la pérdida de los mercados del Alto Perú y los estragos de las guerras, y en 1840, cuando el Zarco Brizuela gobernaba la provincia, el descontento con el centralismo porteño fue aprovechado por los unitarios para arrastrar a los riojanos a la Coalición del Norte contra Rosas. Severo militó desde entonces en las huestes del Chacho. La Coalición fracasó y sus jefes perecieron, pero el Chacho no se rindió. Se refugió en Chile y de allá retornó a combatir en 1842 y 1845, con mala suerte. SIn embargo, volvió a tallar en La Rioja cuando Manuel Vicente Bustos, un astuto "federal tibio", consiguió su apoyo para el golpe que en 1848 lo impuso como gobernador. En los disturbios que siguieron, las milicias de los Chumbita en Arauco contribuyeron a consolidar el nuevo gobierno riojano.
La comandancia de Arauco En 1852 Rosas cayó y el gobierno de La Rioja respaldó el proyecto de Urquiza. Dictada la Constitución Nacional, que Buenos Aires rechazó, Bustos terminó su mandato, se sancionó la Constitución provincial y Peñaloza fue ascendido a general de la Confederación. En Aimogasta, don Orencio falleció en 1856, y Severo lo reemplazó como comandante de Arauco. El cura Francisco Aguilar fue su amigo y consejero. En la cercana localidad catamarqueña de Chumbicha, la cuna de sus ancestros, que Severo frecuentaba por negocios, conoció a Rosaura Villafañe, hija de una familia de antiguos encomenderos, y debió vencer la voluntad de su padre para que les permitieran casarse. Establecido su hogar en una finca de Machigasta, además de las seisniñas y un varón que tuvo con Rosaura, Severo reconoció como propio a un hijo de otra madre, Manuel Ambrosio, que se crió allegado a la casa. Además de la jefatura de las milicias y las funciones de juez de paz, Severo atendía la finca y el molino heredado de su padre, y acrecentó ese patrimonio con sus emprendimientos ganaderos y agrícolas. "Su pasión por los caballos era proverbial: criaba, compraba, vendía, organizaba cuadreras, y su versación era tan exhaustiva que mucha gente iba hasta Machigasta solamente para consultarlo". Generoso con los humildes, les aconsejaba con "su manera sentenciosa de hablar" y arbitraba con prudencia en los pleitos vecinales [3]. El cargo de juez adquiría especial importancia por los problemas con los turnos de riego y la posesión de tierras, que en muchos casos los paisanos ocupaban sin títulos y les eran arrebatadas con artimañas legales por algunos terratenientes. En 1857, el ambicioso Bustos volvió a encumbrarse en la gobernación, y poco después Severo perdió su cargo de comandante. Lo cesaron por auxiliar, de acuerdo con el Chacho, un frustrado intento montonero en Belén (Catamarca) contra el gobernador urquicista Octaviano Navarro (pariente de Rosaura) [4]. Meses después, el cruel asesinato del caudillo sanjuanino Nazario Benavídez, a manos de los unitarios, movió a Peñaloza a incursionar en la provincia vecina. Es tradición que en esas andanzas, la brava montonera Martina Chapanay se sumó a sus filas y se vinculó con Severo Chumbita. Bustos quiso deshacerse de los chachistas, pero éstos levantaron las milicias y en febrero de 1869 lo obligaron a renunciar. Una asamblea popular colocó en la gobernación a Ramón Ángel, a instancias de su sobrino Carlos Ángel, joven minero que era comandante de Famatina. Fue un interregno desafortunado. Para congraciarse con los unitarios, pusieron de ministro a Justo Pastor del Moral y nombraron comandante de Arauco a Honorato del Moral. Éstos eran adversarios de los Chumbita desde medio siglo atrás, cuando un abuelo de ellos, estanciero en San Antonio, practicó un desvío en el arroyo de Aimogasta para beneficiar su hacienda, despojando al pueblo de su recurso vital. El abuelo de Severo, como cacique gobernador, planteó en 1803 un litigio ante el virrey, y la cuestión del agua siguió siendo motivo de conflictos [5]. En 1861, comisionado por el presidente Derqui, Peñaloza intervino para arrestar a Ramón Ángel; se llamó a elecciones y designaron gobernador a otro hacendado de Arauco, Domingo Villafañe. Severo fue repuesto entonces como comandante y ascendido a juez departamental.
La resistencia federal Los federales antagonizaban con los herederos de la aristocracia de la colonia, tachados de “unitarios” por su alineamiento con los centralistas porteños. A pesar de su gran fortuna, Facundo Quiroga, nieto de una india sanjuanina [6], se caracterizó como protector de los campesinos humildes, y sus sucesores eran, como Severo, medianos hacendados, en general de origen mestizo. El grupo de estancieros que encabezaban los Del Moral, descendientes de encomenderos, veían amenazados sus intereses por estos nuevos jefes de las masas rurales. En vísperas de la Navidad de 1861, Severo celebró una fiesta tradicional “de baile y chupa” en su casa, a la que convidó por cortesía al vecino Daniel del Moral. Esa noche, la bebida encendió los ánimos, y cuando el invitado protestó al anfitrión por el manejo de los turnos de riego, se cruzaron palabras ofensivas. Severo “lo volteó de un sopapo”, y su tío, José Mercedes Chumbita, amagó con apuñalarlo. Aunque Del Moral fue a buscar una cuadrilla para desquitarse, parece que no consiguió suficientes hombres para atacarlos. Después escribió al gobernador Villafañe, narrando el incidente y anunciando su propósito de vengarse: “por desgracia de ellos he quedado vivo para perseguirlos hasta concluir con ellos, y asegurar mi existencia y tal vez la de V. E.” [7] En esos días llegaban noticias sobre el confuso desenlace de la batalla de Pavón, y cundía el desconcierto de los federales ante la retirada de Urquiza. A comienzos de 1862, los ejércitos de Mitre invadieron La Rioja para imponer un gobierno adicto. El Chacho llamó a resistir, y las milicias les dieron batalla. La capital fue ocupada por las tropas del teniente coronel Miguel Arredondo, que envió a Arauco una compañía para batir las guerrillas del comandante Chumbita. En Aimogasta y Machigasta no pudieron hallarlo, y requisaron las reses y caballos de sus campos. Se decía que tenía poderes sobrenaturales para anticiparse a las maniobras de sus enemigos. Cuando cercaron e incendiaron los montes aledaños para capturarlo, él se escurrió, vestido de mujer, disimulado en medio de un grupo de paisanas [8]. El 20 de abril, Arredondo entró en Aimogasta preguntando dónde estaba Chumbita, sin que nadie le diera razón. Asesorados por los estancieros unitarios, atropellaron a las familias federales, y exigieron que el comandante se entregara. Ante la hostilidad general, Arredondo ordenó quemar las casas de Chumbita y todos sus partidarios. A pesar de los ruegos de la mujer de Severo, no le dejaron salvar sus pertenencias ni el nicho donde veneraban una talla de San José. Ardieron casas y sembrados en Aimogasta, Machigasta y Mazán. Días después, el oficial catamarqueño Luis Quiroga volvió a prender fuego a lo que quedaba en pie. En Guaja hicieron lo mismo con la casa del Chacho [9]. Uno de los ejecutores de estos hechos fue el joven capitán Carlos Mayer, vástago de una conocida familia porteña, cuya muerte causó impresión en Buenos Aires. Enviado a perseguir una montonera, sus soldados lo abandonaron en el ataque y cayó bajo las lanzas. Corrieron versiones de que se batió con Severo, y que el cielo lo castigó por quemar el San José del hogar del comandante [10]. Los chachistas asediaron La Rioja durante varios días, hasta que Peñaloza ordenó la retirada. Los coroneles de Mitre habían diezmado a los federales y devastado la provincia, pero no podían controlar el terreno, y por el tratado de La Banderita (29 de mayo) reconocieron la autoridad del Chacho y la autonomía riojana. Fue entonces cuando Peñaloza devolvió a los oficiales que traía prisioneros, y encontró que los coroneles no tenían a quién entregarle, pues habían matado a los suyos. Los invasores se retiraron, dejando una situación calamitosa: desquiciada la producción y consumidos los ganados, había que asistiar a las familias de las víctimas hundidas en la miseria. Los federales controlaban el gobierno, pero sus adversarios conspiraban.
La guerra social En marzo de 1863 nombraron gobernador a un “chachino”, Bernabé Carrizo, y Peñaloza se lanzó a la insurrección, con la expectativa de que Urquiza se pusiera al frente. Francisco Clavero se alistaba para entrar a Mendoza desde Chile. Lucas Llanos, los hermanos Ontiveros y Puebla se levantaron en San Luis y avanzaron hacia las sierras cordobesas. Felipe Varela y Chumbita se aprestaron a marchar sobre Catamarca. El joven Tristán Díaz alzó una montonera en Famatina, copó Chilecito y apresó a las familias adineradas para obtener recursos por su rescate. El movimiento adquiría tintes de lo que Sarmiento llamó la guerra social, la rebelión de los pobres de la campaña contra la clase propietaria. En Arauco, Severo movilizó las milicias y requirió contribuciones a los vecinos pudientes. Los Del Moral, en la estancia de San Antonio, rechazaron sus exigencias, y una partida encabezada por el capitán Mercedes Chumbita procedió a tomar prisioneros a Honorato y Daniel Del Moral y a Francisco Sotomayor, y los pasaron a degüello en un monte cercano [11]. Chumbita, Varela y Carlos Ángel entraron a Catamarca, convergiendo con el caudillo local Nicolás Agüero. Chumbita sitió y tomó la localidad del Fuerte de Andalgalá. Pero los ejércitos de Tucumán y Santiago del Estero acudieron para sostener al gobierno catamarqueño y repelieron a los federales. El santiagueño Manuel Taboada, con mil hombres, persiguió a las fuerzas en retirada, hasta La Rioja. El gobernador Berna Carrizo salió de la ciudad a unirse con Ángel y Chumbita y presentaron batalla en el arroyo Mal Paso (4 de mayo), pero Taboada los venció y ocupó la capital. Severo había tenido un entredicho con Ángel por las requisas que éste ordenara en Catamarca, y luego su actuación fue motivo de discusiones en el campamento del Chacho, por lo que decidió retirarse a defender Arauco [12]. Entretanto, Mitre había designado director de la guerra a Sarmiento, a la sazón gobernador de San Juan, dándole instrucciones de “hacer en La Rioja una guerra de policía"; "declarando ladrones a los montoneros sin hacerles el honor de considerarlos como partidarios políticos ni elevar sus depredaciones al rango de reacciones, lo que hay que hacer es muy sencillo" (30 de marzo de 1863). Sarmiento decretó el estado de sitio en La Rioja ─exceso que el ministro de guerra Rawson desautorizó después por inconstitucional─ y mandó a los jefes uruguayos “colorados” Sandes y Arredondo, anunciando en una proclama (6 de mayo de 1863) que llevaban "orden de prender a Peñaloza, Chumbita, Ángel, Potrillo, Varela, Lucas Llanos, Puebla, Ontiveros, Tristán Díaz, Agüero, Berna Carrizo y los que sean autores de crímenes comprobados". Instruyó además a Arredondo para "aprehender a los asesinos de los Moral y otro vecino degollado, procediendo ejecutivamente contra los que resultasen criminales" [13]. Era una sentencia de muerte para los jefes montoneros, y en particular para los Chumbita.
Una cadena de venganzas Arredondo entró a sangre y fuego en la ciudad de La Rioja, donde puso en la gobernación a Bustos. Pidieron ayuda a Catamarca para proceder contra Chumbita, y de allá vino con sus tropas Melitón Córdoba, un decidido mitrista, que asentó su campamento en la estancia de San Antonio y nombró comandante interino del Departamento a Justo Pastor Del Moral. El 3 de junio empezaron por ahorcar al capitán Víctor Romero, achacándole la muerte del porteño Mayer. Días después, apresaron a Mercedes Chumbita, con su madre y su mujer. Llevado a Aimogasta, lo torturaron e interrogaron. La primera pregunta del breve sumario instruido era cuánto dinero le dio Severo al cura Aguilar para que le guardara. Mercedes negó saber tal cosa. A la capciosa pregunta de "con qué órdenes asesinó a los señores Del Moral y Sotomayor", respondió "que no sabía si tuvo o no orden". Sobre el paradero de Severo, declaró "que debía estar en las estancias de Londres". También manifestó, según el acta, que el Chacho había aprobado la muerte de los Del Moral y Sotomayor 14]. El 12 de junio, Del Moral informaba al gobernador Bustos que "a las 10 de la mañana mandamos a ejecutar a lanza con el Sr. coronel Córdoba al memorable Mercedes Chumbita, y puesto en la horca en el sitio donde este bandido mandó degollar a los señores Del Moral y Sotomayor". En la misma carta exponía su propósito de reorganizar las milicias del departamento: “es de lo que me ocuparé después de escarmentar a los rebeldes del Cacique Chumbita, que aún nos circunvalan en pequeñas fracciones armadas, sin poder hasta hoy pescarlos a pesar de la actividad con que se les persigue” [15]. A otro familiar, Juan Simón Chumbita, lo buscaron hasta que lo sorprendieron meses después, en Machigasta, y fue lanceado en el acto [16] . Pero Del Moral no pudo cumplir su propósito de concluir con las montoneras, pues el 14 de septiembre cayó en manos de una de ellas y lo ejecutaron. Severo reagrupó a sus hombres en Belén y siguió dando pelea, en repetidos ataques contra los “collarejos” [17]. En el oeste de La Rioja, Varela y Ángel tuvieron que huir hacia la cordillera. Peñaloza, vencido en Córdoba y en San Juan, se replegó a los Llanos, donde el 12 de noviembre lo asesinaron en Olta. Pablo Irrazábal mandó decapitarlo, cortarle una oreja como trofeo y plantar una pica con su cabeza. Sarmiento lo justificó: “He aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se hubieran aquietado en seis meses [18].
La cruzada de la Unión Americana Severo reapareció tres años después, junto a Felipe Varela, en la revolución de “la Unión Americana”, buscando detener la guerra al Paraguay y producir un vuelco político en los países del Plata. En aquel momento se agitaba en las ciudades del continente la red de asociaciones patrióticas que proponía un congreso y un frente de las repúblicas sudamericanas ante las agresiones de Inglaterra, Francia y España en México, el Caribe y el Pacífico [19]. La Triple Alianza de Mitre, haciendo causa común con el Imperio esclavista brasileño contra la república paraguaya, era impopular en el interior, y los contingentes de “voluntarios” se sublevaban en casi todas las provincias. En La Rioja, Aurelio Zalazar formó una montonera liberando dos piquetes de reclutas. En noviembre de 1866, la "revolución de los colorados" tomó el poder en Cuyo, encabezada por el Dr. Carlos Rodríguez en Mendoza, Juan y Felipe Saá en San Luis y el general Juan de Dios Videla en San Juan. Esperaban un movimiento similar en Córdoba, e incluso en Entre Ríos si Urquiza no se decidía. Felipe Varela, con apoyos en Chile y en Bolivia, cruzó los Andes en diciembre con un puñado de argentinos y chilenos, lanzando su proclama: "Compatriotas: ¡A las armas!" "Nuestro programa es la práctica estricta de la Constitución jurada, el orden común, la paz y la amistad con el Paraguay y la unión con las demás repúblicas americanas". Una revuelta en La Rioja (2 de febrero de 1867) llevó al gobierno al médico Francisco Álvarez, sustituido luego por Carlos Ángel. Chumbita nombró capitán a su hijo Ambrosio y lo mandó a recuperar el escuadrón de Arauco, que el comandante Escipión Dávila se avino a entregarle con armas y bagajes [20].
El levantamiento de Catamarca Severo convocó a sus amigos para sublevar Catamarca, donde el comandante de armas y virtual dictador era entonces Melitón Córdoba. Nicolás Agüero operó en el valle de Ambato, y Francisco Magarzo en el oeste [21]. En Pomán, la mañana del 20 de febrero, un capitán enviado por Severo leyó la proclama varelista en el cuartel de milicias. Vivando a Varela y Chumbita, repusieron a Juan Francisco Nieva como comandante y se apoderaron de la villa. En la madrugada siguiente una partida tomó el cuartel de Saujil y regresó con más de cien hombres, armas y pertrechos. El batallón de Severo, engrosado con los catamarqueños, se reunió en Los Sauces con el del coronel chileno Estanislao Medina, a quien Varela había encomendado la jefatura por su experiencia militar. Eran unos 800 en total. Mientras, Melitón Córdoba marchaba practicando exacciones, levas forzosas y castigos, hasta Tinogasta. Allí se atrincheró, con su lugarteniente Luis Quiroga (el que había incendiado los restos de la casa de Chumbita). Por instancia de Nieva y Chumbita, Medina resolvió atacarlos. Severo formó la vanguardia y llegaron a la villa el 4 de marzo, lunes de carnaval. Melitón tenía más de 500 soldados, que habían estado "chayando" y bebiendo de más. Medina lo invitó a batallar en el campo, para evitar daños a la población, pero no tuvo respuesta. Pasado el mediodía embistieron las barricadas. Tras intensos combates, tomaron la plaza, pasando sobre el cadáver de Melitón, a quien un tiro le partió la cabeza. A Luis Quiroga, los montoneros “beliches” (de Belén) lo pillaron huyendo y lo remitieron a Medina, que lo hizo fusilar. Los cadáveres de ambos jefes fueron arrastrados a la cincha y sepultados en un médano [22]. Severo se disgustó con Medina por algunos saqueos que perpetraron las tropas, hizo devolver los efectos sustraídos por los suyos y se retiró a sus pagos, desde donde se comunicó con Varela para aclarar lo ocurrido [23].
Pozo de Vargas A fines de aquel terrible verano de 1867, las tropas de Chumbita se reunieron con las de Varela, Medina y los laguneros sanjuaninos que comandaban Sebastián Elizondo y Santos Guayama. A la vez, tres divisiones de ejército entraban en La Rioja, al mando del santiagueño Antonino Taboada, ocupando sin resistencia la capital. Varela resolvió ir a enfrentarlos. Había reunido una fuerza de más de 4.000 hombres, superior en número a sus oponentes; pero les faltaba armamento, y tras un penoso trayecto llegaron a destino exhaustos y sin agua. En Las Mesillas encontraron las represas secas: Carlos Ángel había obtenido garantías de Taboada para desertar, y los traicionó informándoles mal [24]. Al día siguiente (10 de abril), Varela ordenó avanzar a la ciudad, pensando saciar la sed de hombres y bestias en el Pozo de Vargas, pero sus adversarios les ganaron de mano, esperándolos en aquel lugar. El ala izquierda de la caballería la comandaba Chumbita, la del centro Medina y la derecha Elizondo. A las dos de la tarde, tras un disparo de cañón, arremetieron dispersando la caballería enemiga. “¡A la carga, a la carga, dijo Chumbita!” según reza una versión de la zamba de Vargas [25]. Pero su columna no pudo avanzar por el terreno fragoso, y Varela le encomendó entonces tomar la ciudad. Cuando Severo retornó al campo de batalla, tras encarnizados ataques y contraataques, el ejército montonero se había desbandado. Al caer la noche se descargó una lluvia, aliviando tardíamente a los sedientos. Taboada cobró su victoria con tres días de saqueo. Entretanto, Saá y Videla habían sido derrotados, y Urquiza nunca se pronunciaría, de modo que la revolución estaba perdida. Sin embargo, Varela decidió seguir peleando. Severo quiso poner a su familia a resguardo de las previsibles represalias. Antes de que arreciara el invierno, cruzó a Chile a lomo de mula con Rosaura y los hijos: Rosario, Severa, Benicio, Antonia, Virginia, Margarita y Vicenta. Pasaron fríos tremendos, al punto que dos de las niñas casi se congelan. Severo encendió fuego para reanimarlas, y como último recurso mató una mula para abrigar a la menor al calor de las entrañas del animal [26].
Los últimos combates Felipe Varela había logrado rehacerse, ganando un par de combates en San Juan, y marchó al norte acompañado por Elizondo, Guayama y Ambrosio Chumbita. Entraron en Salta y Jujuy, perseguidos por la división de Octaviano Navarro, y terminaron refugiándose en Bolivia, donde el presidente Melgarejo respaldaba la entente de La Unión Americana [27]. A comienzos de 1968, mientras las montoneras aún campeaban en el interior de La Rioja, la renovación presidencial provocaba disensiones entre los liberales. Arredondo, operador de la candidatura de Sarmiento, aliado con el grupo del senador Abel Bazán y el abogado Félix Luna, conspiraba contra el gobernador Cesáreo Dávila ─sostenido por los Taboada─ y en una racha de golpes y contragolpes lo derrocaron, no una sino cinco veces. La penúltima vez, en abril del 68, don Cesáreo pidió auxilio a Chumbita, con la promesa de rehabilitarlo, y las montoneras de Arauco lo reinstalaron en el gobierno por un corto lapso. Al cabo, la facción de Arredondo se afirmó en el poder y volcó los votos de los electores riojanos para Sarmiento [28]. En agosto de 1868, las montoneras de Elizondo sitiaron la ciudad de La Rioja y la ocuparon por más de un mes, reponiendo a Severo en la comandancia de Arauco. Sarmiento, en vísperas de subir a la presidencia, clamaba contra los últimos combatientes: “Chumbita, Elizondo, Varela y otros montoneros se levantan, queriendo cambiar el orden político de la República… ¿Qué se ha hecho hasta ahora para ir hasta la fuente del mal y curar la enfermedad?” [29]. El gobierno nacional encomendó intervenir a Octaviano Navarro, quien ofreció una amnistía a los rebeldes y logró que se disolvieran.
Juicio a los vencidos La amnistía, aunque ratificada por el Congreso Nacional, no benefició a todos. Octaviano se la negó a Severo y Ambrosio, que debieron huir. Tampoco perdonaron a Aurelio Zalazar, que fue juzgado y fusilado [30]. A Ambrosio lo capturaron y lo sentenciaron a muerte, pero en 1870 se escapó de la prisión [31]. La última arremetida de Felipe Varela por Salta fue desbaratada por Roca en 1869, y murió en Chile en junio de 1870. Severo seguía prófugo. Cuentan que se ocultaba en las tolderías de Trampasacha y en los Bañados del Pantano. En esos días se publicó la noticia de que había sido capturado y fusilado con algunos compañeros, pero se trataba de un error: ninguno de los muertos era él. Casi todos los jefes de la lista de Sarmiento habían caído. Faltaba Severo. El capitán Nieto lo sorprendió en su hogar el martes 13 de octubre de 1871, lo remitieron a La Rioja y lo engrillaron en la cárcel. Procesado ante el Juzgado federal, el fiscal ad-hoc Félix Luna le pidió la pena de muerte por la rebeliones de 1862 y 1863, los homicidios de los Del Moral y de tres militares, la rebelión de 1867, el saqueo a Tinogasta, las exacciones a particulares y reclutamientos forzosos. Severo negó haber ordenado aquellas muertes, afrontó de su peculio el resarcimiento a varios vecinos, explicó que el reclutamiento era voluntario, y en cuanto al pillaje en Tinogasta, había devuelto los efectos a su superior Medina, lo cual era confirmado por otras declaraciones en la causa. El abogado defensor, Guillermo San Román, recordó que el alzamiento de 1862 había sido contra un gobierno de facto, destacó los ataques que arrasaron el hogar y propiedades del acusado, e invocó los testimonios obrantes en autos de que él desaprobó el degüello de los Del Moral. El juez Mardoqueo Molina se declaró incompetente para juzgar los hechos anteriores al establecimiento de la justicia nacional en 1863, pero consideró que "Severo Chumbita fue uno de los caudillos principales que, con el título de coronel, contribuyó poderosamente al movimiento revolucionario que encabezó Felipe Varela", y lo sentenció en noviembre de 1873 por rebelión y delitos conexos, a diez años de destierro y una multa de 2.000 pesos fuertes. Apelada la sentencia, la causa pasó a la Suprema Corte, que presidía Salvador M. del Carril (el mismo que instigara a Lavalle a fusilar a Dorrego). El procurador fiscal, el veterano unitario Francisco Pico, reiteró el pedido de la pena máxima. En esos días de 1875, al reeditarse el libro de José Hernández sobre el Chacho, La Tribuna ─el diario de los unitarios Varela─ afirmó que si un día recibían la noticia de que el montonero Chumbita había sido pasado por las armas, repetirían lo que doce años antes escribieran a propósito de la muerte de Peñaloza: "Séale la tierra pesada". Hernández les replicó en La Libertad y recordó el episodio en el que, bajo el gobierno de Sarmiento, creyendo matar a Chumbita, fusilaron “por equivocación” a varios ciudadanos inocentes [32]. Pero el Congreso había dictado una amnistía, cuyo propósito era beneficiar a Mitre y sus seguidores por la rebelión contra Sarmiento de 1874. La ley era tan amplia que alcanzaba a Chumbita, y la Corte mandó sobreseerlo por rebelión, aunque decidió que seguía en pie la acusación por los delitos no políticos, incluso con retroactividad a la instalación de los tribunales nacionales. La causa volvió a La Rioja, donde el juez lo sentenció a diez años de presidio y trabajos forzados, por las muertes de los Del Moral, más las costas del juicio. Otra vez se apeló a la Corte, presidida ahora por José Barros Pazos (el ex abogado defensor de los asesinos de Facundo) e integrada por Saturnino Laspiur (ex convicto por el asesinato de Nazario Benavídez). Tras un dictamen fiscal de Carlos Tejedor, la Corte confirmó el fallo en octubre de 1876, considerando que Mercedes Chumbita había sido el ejecutor como subalterno de Severo, por lo cual “el procesado fue, si no autor principal, por lo menos cómplice e igualmente responsable con Mercedes de dichos asesinatos” [33].
Morir en Chumbicha Ante un petitorio firmado por los vecinos de La Rioja ─incluso muchos de sus antiguos adversarios─, el presidente Avellaneda indultó a Severo, que salió en libertad en agosto de 1877 [34]. Aunque los años de prisión lo habían enfermado y avejentado, de vuelta en Aimogasta con su familia, pudo arreglar sus asuntos patrimoniales y vivir en paz los últimos días. El general Roca, que había sido uno de los represores de los levantamientos riojanos, próximo a ser electo presidente, le envió su retrato con una dedicatoria, invitándolo a bajar a Buenos Aires para conferirle un grado militar y "resarcirlo de los desmanes que sufrió en su hacienda". Sus familiares recordaban que Severo respondió: “Si él quiere verme, a la misma distancia estamos” [35]. Visitando con Rosaura la zona de Chumbicha, donde tenían amigos y parientes, falleció en Miraflores, el 12 de octubre de 1880, y fue enterrado en Aimogasta. Allí proliferaron sus descendientes y se mantiene su leyenda entre los paisanos. Desde 1973, los productores olivareros levantaron su nombre como emblema en las movilizaciones por la reivindicación de sus derechos, y otras generaciones rescataron la memoria de aquellas cruzadas quijotescas junto al Chacho y Varela, como un legado que el tiempo no ha podido mellar.
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Notas
[1] Adán Quiroga, Calchaquí (ed. comentada por Rodolfo Raffino), Buenos Aires, TEA, 1992. Armando Raúl Bazán, Historia de La Rioja, Buenos Aires, Plus Ultra, 1992, p. 46 y 222. Manuel Gregorio Mercado, "Severo Chumbita", en diario El Independiente, La Rioja, 9 de julio de 1977. Luis Fernández Zárate, "Severo Chumbita, el montonero de Arauco", en revista El Tony, Buenos Aires, 1973. Partidas parroquiales de Aimogasta.
[2] Víctor H. Robledo, El montonero Severo Chumbita, La Rioja, Canguro, 1998. Juan Aurelio Ortiz, "El coronel montonero don Severo Chumbita", notas en diario El Zonda, La Rioja, 6 al 13 de octubre de 1953.
[3] Testimonio de Mario Brizuela a M. Bravo Tedín, en Roberto Rojo, Héroes y cobardes en el ocaso federal, Buenos Aires, Comfer, 1994, p. 40-41.
[4] Robledo, op. cit., p. 83-88. Fermín Chávez, Vida del Chacho, Buenos Aires, Guadalupe, 1974, p. 46 y ss.
[5] M. G. Mercado, op. cit.
[6] Sobre la ascendencia de Facundo y su abuela Isabel, ver Lucrecia Devoto Villegas, “Quiroga”, en revista Genealogía, N° 17, Buenos Aires, 1977, p. 31-32.
[7] Papeles de Domingo A. Villafañe, carpeta Nº 8, documento nº 1-2, Archivo Histórico de La Rioja.
[8] Ortiz, op. cit. Tradición oral: Ramón Reyes Quintero (2003).
[9] Marcelino Reyes, Bosquejo histórico de la provincia de La Rioja, 1543-1867, Buenos Aires, Cattáneo, 1913, p. 185. Ricardo Mercado Luna, Los coroneles de Mitre, Buenos Aires, Plus Ultra, 1974, p. 70-71 y 103. Chávez, op. cit., p. 69-70. Ramón Gil Navarro, Actor, testigo y mártir, Córdoba, Lerner, 1984. Ariel de la Fuente, Los hijos de Facundo, Buenos AIres, Prometeo, 2007, p. 211.
[10] “Sumario contra Severo Chumbita por sublevación”, Nº 1391, Juzgado Nacional de Sección de La Rioja,1869, fs. 18 y ss. Reyes, op. cit., p. 184. Ortiz, op. cit. Félix Luna, Los caudillos, Buenos Aires, Planeta, 1990, p. 219-220. De la Fuente, op. cit., p.. 211-212. Navarro, op. cit., 81-82.
[11] “Sumario contra Severo Chumbita por sublevación”, fs. 23 y ss. Robledo, op. cit., p. 115-116. Salvador de la Colina, Crónicas riojanas y catamarqueñas, Buenos Aires, Lajouane & Cía., 1920, p. 26.
[12] “Sumario contra Severo Chumbita por sublevación”, fs. 15 y ss.
13] Sarmiento, El Chacho, último caudillo de la montonera de los Llanos [1870], transcribe su proclama y la carta de Mitre del 30 de marzo. Instrucciones a Arredondo, en Dardo de la Vega, op. cit., p. 281.
[14] Revista de la Junta de Historia y Letras de La Rioja, Año II, Nº 4, p. 50.
[15] De la Vega, op. cit., p. 289.
[16] M. G. Mercado, op. cit. Revista de la Junta de Historia... cit., Año III Nº 4, p. 96-97.
[17] De la Vega, op. cit., p. 290 y 296. “Sumario contra Severo Chumbita por sublevación”, cit., fs.16-17.
[18] Carta de Sarmiento a Mitre del 18 de noviembre de 1863, en Archivo Mitre.
[19] Colección de ensayos y documentos relativos a la unión y confederación de los países sud-americanos, 1867. Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, Felipe Varela contra el Imperio Británico, Buenos Aires, Schapire 1975, cap. II. Fermín Chávez, El revisionismo y las montoneras, Buenos Aires, Theoría, 1966, cap. VI.
[20] Causa “Procurador Fiscal contra Escipión Dávila por complicidad en rebelión”, 1867, Archivo de la Justicia Federal de La Roja (AJFLR).
[21] Gerardo Pérez Fuentes, "Repercusión en Catamarca de la revolución varelista", en Raúl Bazán y otros, Felipe Varela. Su historia, Buenos Aires, Plus Ultra, 1975.
[22] Reyes, op. cit., p. 219. Luna, op. cit., p. 205. Robledo, op. cit., p. 154-155.
[23] “Sumario contra Severo Chumbita por sublevación”, fs. 19 vta-20 vta y declaración de Nieto, fs. 29 vta.
[24] Ver H. Chumbita, “Carlos Ángel, el riojano traidor”, en Todo es Historia Nº 465, abril de 2006.
[25] Fermín A. Anzalaz, Los montoneros en Pozo de Vargas, La Rioja, Biblos, 1969. Según la leyenda santiagueña, Taboada hizo tocar esta zamba en la batalla; otras versiones sostienen que era una zamacueca de los federales, apropiada luego por los vencedores.
[26] Declaración de Ambrosio, en Pedro de Paoli y Manuel G. Mercado, Proceso a los montoneros y guerra del Paraguay, Buenos Aires, Eudeba, 1973, p. 153-158 (donde por error atribuyen la declaración a otro hijo inexistente de Severo). Testimonios de Felisa Romero (1968) y de Elba de De la Fuente (2003).
[27] Francisco Centeno, Virutas históricas (1810-1928), Buenos Aires, Jesús Menéndez, 1929, tomo 2º, p. 66, 67-68, 71, 91, 124. Ver H. Chumbita, "Los rebeldes de Santos Guayama", en Todo es Historia Nº 268, marzo de 1998.
[28] Reyes, op. cit. F. Luna, De comicios y entreveros (La Rioja 1867-1874), Buenos Aires, Schapire, 1976.
[29] Discurso de septiembre de 1868, en Sarmiento, Obras completas, cit., t. XXI, p. 192.
[30] Carta de Octaviano Navarro del 20 de mayo de 1869, en F. Centeno, op. cit., p. 172. “Causa criminal de oficio contra Aurelio Zalazar”, 1866, AJFLR. Fallos de la Suprema Corte de Justicia Nacional, Buenos Aires, tomo 7º, p. 356 y ss.
[31] Rojo, op. cit., p. 179 y ss. De Paoli y Mercado, op. cit., p. 148-204.
32] La Tribuna, 24 de setiembre de 1875, y La Libertad, 26 de setiembre de 1875, cit. por Fermín Chávez, José Hernández, Buenos Aires, Plus Ultra, 1973, p. 110-111.
[33] “Sumario contra Severo Chumbita por rebelión y otros crímenes”, Nº 1390, 1872, Juzgado Nacional de Sección de la Rioja. Fallos de la Suprema Corte de Justicia Nacional, tomos 7° y 8°, 1869-1877.
[34] “Chumbita Severo sobre excarcelación”, 1877, Expte. N° 3, Letra C, AJFLR.
[35] Robledo, op. cit., p. 173-174. Testimonios de Olímpidez Brizuela yJavier Bóveda (1997), y Marina De la Fuente (2007).
ARAUCO En el partido de Arauco, la franja del norte riojano, Machigasta y Aimogasta eran originalmente dos aldeas indias muy próximas, y en las inmediaciones surgió la villa de Arauco, habitada por criollos, negros y mestizos. Andando el tiempo, las tres localidades se unificaron en la actual Aimogasta. El topónimo Arauco, indicativo de un remoto asentamiento araucano, testimonia la vinculación de esta región con Chile. En 1683, cuando la vieja ciudad de Londres fue trasladada para fundar Catamarca, Chumbicha pasó a esa jurisdicción, privando a La Rioja de la que se consideraba entonces "su mejor parte". En compensación, el valle de Aimogasta pasó a depender de La Rioja. Pero la historia aborigen y los parentescos entrelazaban la vida de aquellas poblaciones, desde Tinogasta y Belén hasta Chumbicha (ver mapa), donde tradiciones y artesanías ancestrales provenían de la avanzada cultura de La Aguada. Además, todas estas localidades se situaban en las rutas del comercio trasandino con el área minera de Copiapó. En los siglos de la colonia, los campesinos indios se fueron acriollando y mestizando. Como en toda la región del Tucumán, fue sensible su declinación demográfica. En 1814 la provincia de La Rioja tenía unos 14.000 habitantes, de los cuales un tercio figuraban como "españoles americanos" y sólo 3.178 como indios, que eran no menos de 20.000 al momento de la conquista. En una alta proporción habían sido absorbidos ya por el mestizaje, al cual contribuyó también la gran masa de negros libertos o fugados de otras provincias norteñas. En el valle de Aimogasta, de clima seco y ventoso, los ojos de agua del bordo y el arroyo permitían regar los cultivos, viñedos, olivos, maíz, trigo, alfalfa para el ganado y variados frutales. Pero la guerra entre los herederos de los conquistadores y los conquistados continuaba por otros medios. Los estancieros, con o sin derecho, avanzaban sobre los terrenos y les disputaban el agua, que allá valía tanto o más que la tierra.
LOS PODERES DE SEVERO El mayor elogio a Severo Chumbita era la leyenda de que "le quitó el freno a la mula ánima". Esta mula fantasmal que devoraba a sus víctimas, era un mito muy difundido en Catamarca y La Rioja, donde la pintaban echando fuego por las fauces, sembrando el terror con sus relinchos y el ruido de herrajes y cadenas. Había sido una mujer casada que, por tener amores con un cura, fue condenada a transformarse en bestia en horas de la noche y vagaba buscando quien le quitara el freno para recuperar su figura humana; sólo podía hacerlo, a riesgo de su vida, alguien con gran dominio de sí mismo. Cuentan que los sueños premonitorios de Severo le permitían anticiparse a los hechos, y mirando el fuego en sus campamentos adivinaba los movimientos de los enemigos. "Dicen que era vidente" explicaba doña Felisa Romero, una de sus nietas. "Lo que él veía se producía después de verdad". "Una vez estaba en su casa y tuvo el presentimiento de que venía una partida a buscarlo. Llamó a su criado y fueron a refugiarse en el bordo de los cerros. Al rato llegó nomás la partida al pueblo y como se enteraron de que estaba en el bordo se largaron para allá. Fue cuando Chumbita tuvo otro presentimiento. Le dijo al criado que tenían que irse rápido. Levantaron todo y escaparon. La tropa los persiguió, pero resultó que en esa zona, que él conocía a la perfección, había muchos utunucos, unos animalitos que hacen cuevas en la superficie de la tierra. Él iba despacio, y los unitarios, apurados para alcanzarlo, se metieron al galope. Los caballos se caían, se quebraban. Así escapó". Otra anécdota de doña Felisa narra que Severo se reunía con sus hombres para adoctrinarlos en una estancia de la Costa de Arauco. Cierta vez, estando con su gente en el campo, en la copa del árbol que tenía a un costado se posó un pájaro, que le dijo: "Tienen que irse, acá están mal". Al escucharlo, Severo mandó a ensillar, se marcharon y al rato cayeron las tropas enemigas.
LOS CABALLOS DE SEVERO Y EL CHACHO La tradición oral recuerda que Severo Chumbita adquirió un espléndido caballo, con el cual desafió al preferido del Chacho. Viniendo de Tucumán con don Dionisio Córdoba, Severo pasó por Belén y fue a la estancia La Dorada buscando un potro. El dueño lo invitó a elegir y Severo se quedó. A la mañana siguiente se metió en el corral de palo a pique en medio de los animales, pegó unos gritos, revoleó su poncho de vicuña para espantarlos, y dejó la prenda en el suelo. Nadie entendió por qué. Al rato un bayo se acercó a morder el poncho, y Severo sonrió diciendo: "Ese potro es mío". Así supo cuál era el mejor, y lo enseñó para correr y cazar junto con su hijo Ambrosio. El bayo de Severo hizo fama en las cuadreras de la Costa de Arauco. El Chacho Peñaloza, también aficionado a las carreras, tenía un zaino muy ligero y acordaron un encuentro en Machigasta para medirlos, con un gran premio en plata. El día fijado, mucha gente se juntó a presenciar el acontecimiento, en un recorrido de poco más de dos mil metros, desde Las Tinajeras hasta cerca de San Antonio. Al bayo lo montó Ramón Toledo, y al zaino un baqueano llanisto. Cuando largaron, el bayo se empezó a quedar, pero entonces Ambrosio, desde una barranca, lo alentó con sus gritos de tal manera que alcanzó al rival. Hay dos versiones del desenlace: una dice que los caballos llegaron cabeza a cabeza, y la otra que ganó el de Severo (Testimonio de Mario Brizuela, bisnieto de Severo). |
LA DISPUTA POR EL AGUA Y LA GUERRA SOCIAL
En su libro sobre El Chacho, Sarmiento recalca la raíz india de las montoneras para presentarlas como expresión de barbarie. Sin embargo, no deja de señalar "la rapacidad de los conquistadores" que los desalojaron y despojaron de tierras y aguas, explicando las luchas montoneras como una continuación de la resistencia indígena: "A estas causas de tan lejano origen se deben el eterno alzamiento de La Rioja y el último del Chacho". Como ejemplo cita el conflicto por el arroyo de Aimogasta: "La familia de los Del Moral hace medio siglo que viene condenada a perecer, víctima del sordo resentimiento de los despojados. Para irrigar unos terrenos los abuelos desviaron un arroyo, y dejaron en seco a los indios ya de antiguo sometidos", cuestión que llevó al cacique Chumbita ─abuelo de Severo─ a reclamar al virrey. Sarmiento menciona que los Del Moral ya habían sido "blanco de las persecuciones de la montonera" en tiempos de Quiroga, aludiendo a los fusilamientos de varios de ellos, tras la derrota de La Tablada del año 29, cuando el caudillo se vio traicionado por el gobernador José Patricio Del Moral. Cinco de la familia “han sido degollados en el último levantamiento", escribía Sarmiento refiriéndose al ataque de 1863 a la estancia de San Antonio (en realidad murieron tres). Anoticiado del caso, él instruyó por escrito a Arredondo para vengarlos. Tres meses antes, el incidente entre Daniel del Moral y los Chumbita en la fiesta de Machigasta muestra la animosidad que había en torno al problema del riego, y el resentimiento contra aquellos estancieros que expresaba Mercedes Chumbita, a quien otro Del Moral hizo ejecutar. La condena judicial contra Severo se basó al final en el homicidio de los Del Moral. Entre tantos atropellos cometidos por ambos bandos, éstos resaltan las connotaciones de clase en la saga de las montoneras y revelan cómo la lucha por el agua seguía gravitando en el trasfondo social de la guerra.
AMBROSIO CHUMBITA Manuel Ambrosio Chumbita, investido como capitán a los 22 años por su padre, participó en las batallas de Tinogasta y Pozo de Vargas, escoltó a la familia de Severo hasta la frontera cuando cruzaron a Chile y volvió a reagrupar las fuerzas en Arauco. Desde allí acompañó a Felipe Varela con sus 300 de caballería y 50 infantes, invernando en Antofagasta, tomando fugazmente Salta y Jujuy, y siguiendo por la quebrada de Humahuaca hasta que, hostigados por sus perseguidores, pasaron a Tarija. Ambrosio anduvo por Bolivia y Chile y a principios de 1968 regresó a La Rioja, donde las montoneras aún resistían. En San Pablo, un pueblito del sur de Catamarca, cortejaba a Sarita, la más hermosa hija del paisano federal Reynaldo Recalde. Aunque la madre oponía reparos a esa relación hasta que terminara la guerra y la niña cumpliera los diecisiete años, él la conquistó con perseverancia y con su natural simpatía, según refería Severo en carta a unos amigos. En enero de 1869, los enemigos que acechaban detuvieron al joven y lo remitieron engrillado a La Rioja. Una semana más tarde, amenazado por las persecuciones, Recalde huyó con su familia a Córdoba, y luego a Buenos AIres. Ambrosio fue enjuiciado por rebelión, por dos ejecuciones y varios ataques a la propiedad. Él rechazó los cargos, y las pruebas eran tan endebles que no se sabía ni el nombre de uno de los muertos. A pesar de que su abogado, Guillermo San Román, refutó las acusaciones y alegó que la resistencia montonera era "una reacción verdaderamente popular" en la provincia, el juez Molina lo condenó a muerte el 10 de setiembre de 1870. San Román promovió un solicitud de gracia al presidente Sarmiento, que firmaron 275 vecinos riojanos, incluso prominentes liberales. Una petición semejante por Aurelio Zalazar había sido desoída el año anterior. Ambrosio no quiso correr igual suerte y se fugó, acompañado por sus guardianes, la noche del 18 de octubre de 1870. Fue a refugiarse a Chile, y desde allá le escribía a Severo. Enterado de que la familia de Sarita se había mudado a Buenos Aires, le decía apenado: "ahí, padre, usted sabe, yo no puedo ir". |